domingo, 7 de octubre de 2012

Diógenes de Sínope y el cinismo.


El contexto histórico.
La revolución de Alejandro Magno provocó el hundimiento de la ciudad-Estado, la Polis; tras su muerte comenzó un nuevo período convulso, sobre el que las fuentes nos transmiten prosperidad. Los valores morales de la Grecia clásica no sintonizaron con los nuevos tiempos y pasaron al recuerdo. Entre los factores del cambio que intervinieron, el más importante es la aparición de una unificación cultural gracias a la lengua griega (koiné), pero sin provocar la desaparición de las lenguas del territorio y sus actividades culturales asociadas. Otro factor es el cosmopolitismo, donde el ciudadano pasó a convertirse en súbdito: ética y política se separaron, el hombre hubo de buscar una nueva identidad y surgió el individuo. La decadencia de Atenas llevó a Rodas, Pérgamo y Alejandría a que se conviertan en representantes de la unidad cultural. No era un período de paz, aunque circulaba un gran optimismo, gracias al movimiento de un gran capital, a que había múltiples oportunidades y a que el componente griego se hacía universal. Al surgir el individuo, sus valores se universalizan, Estado y sociedad se divorcian y el distanciamiento del primero hará que no se convoque al segundo. El individualismo proporcionará mayor autonomía, movilidad y libertad (pérdida de la conciencia de comunidad). Al hacerse el hombre portador de valores propios los cambios afectaron a las artes, surgieron otros modelos literarios y la filosofía no fue una excepción; en este último aspecto surgirán nuevos pensadores de una nueva filosofía -la helenística- contemporáneos de Aristóteles: Diógenes, el creador del cinismo, Pirrón, del escepticismo; un poco más tarde, Epicuro (epicureísmo) y Zenón (estoicismo); todos ellos aportaban innovaciones, mientras que Aristóteles (amigo y maestro de Alejandro) intentaba salvar el legado de la Grecia clásica. En el siglo III a. de C., llega el verdadero final del mundo griego, pero Grecia ha dejado un gran legado y un futuro abierto, que serán el campo de cultivo para nuevas respuestas, nuevos discursos (epicureísmo, cinismo, estoicismo, escepticismo), que darán lugar a escuelas que recuperarán la sabiduría. Este es el mundo que conocerá el cristianismo.

(Diógenes en su barril-vivienda).

El movimiento cínico.
Surge como una respuesta potente al Helenismo, con un discurso nuevo y negativo, creado para infundir objetividad. Cínico hace referencia al perro, el cual gozaba de mala fama en Grecia. Antístenes, un discípulo de Sócrates, fundó la “escuela”. Los cínicos son considerados como precursores de los escépticos y los estoicos. Diógenes Laercio lo denominó forma “esforzada” surgida en un momento de crisis, y nos cuenta que Antítenes solía afirmar ,“antes enloquecer que sentir placer”. En general, el cínico era estimado como el hombre al que las cosas del mundo le eran indiferentes. Antístenes prolonga el diálogo socrático, se opone al discurso platónico y rechaza la existencia de los universales: se basa en el poder del lenguaje y no en las Ideas, encontrando en el primero la sabiduría. Propone la crítica lingüística, atribuyendo más importancia a las palabras para expresar los conceptos que a éstos en sí. La moral de Antístenes es la de la autenticidad; hay que romper con las convenciones y recuperar la vida natural. Llamó la atención de Diógenes de Sínope, quien quiso ser su discípulo; pero el que sería su maestro se negó, y llegó a ser tan obstinado (anécdota del bastón) que no le quedó otro remedio que aceptarlo. Diógenes fue su único discípulo y el máximo exponente del movimiento (fue contemporáneo de Alejandro, aunque mayor que él). Hay noticias de que molestó a Platón con sus puyas. Llevó hasta sus últimas consecuencias (adopta postura radical) la doctrina de Antístenes. Diógenes fue coherente con sus preceptos, poniéndolos en práctica, lo que hizo que se lo considerara como algo extraordinario. Rompe con la imagen clásica del hombre griego y propone una nueva imagen paradigmática: el hombre que vive al margen de convenciones sociales, caprichos, leyes, fortuna, etc. Su programa de define así: “busco al hombre” (anécdota del farol a plena luz del día), transmitiendo la idea de encontrar al hombre fiel a su naturaleza, que vive conforme a ella y, por lo tanto, sabe ser feliz . Quería demostrar que el hombre siempre tiene a su disposición todo lo que necesita para ser feliz, si se da cuenta de que cuáles son las necesidades reales de su naturaleza. 


Declaró la inutilidad de las matemáticas, la física, la astronomía, la música y de las construcciones metafísicas, convirtiéndose el cinismo en la filosofía más anticultural que se haya conocido en Grecia y Occidente. Declaraba que las necesidades del hombre son las que provienen de su animalidad (anécdota del ratón), es decir, vivir sin las metas que la sociedad nos impone como necesarias: la casa (vivía en un tonel), la vivienda fija y las comodidades que brinda el progreso (anécdota de la capa).
En el relato de las anécdotas vemos cómo Diógenes puso en práctica sus teorías, pues pensaba que esta forma de vida coincidía con la libertad, ya que cuantas más necesidades superfluas se eliminen, más libre se es; propone posturas transgresoras (anécdota de las huesos en el banquete y la del escupitajo en la mansión) de animalidad absoluta. Resumía el método que conduce a la libertad y la virtud en dos puntos: el ejercicio y la fatiga, para acostumbrar al cuerpo y al espíritu a las imposiciones de la naturaleza, y habituar al hombre a dominar y despreciar los placeres (que ablandan el cuerpo y el espíritu), pues convierten al hombre en esclavo; de este modo surge el dominio propio y se ejerce en la dimensión corpórea (natural). Sustituía el matrimonio por convivencia acordada entre hombre y mujer, y discutía la ciudad pues se proclamaba ciudadano del mundo: ninguna ciudad puede sustituir el valor del individuo (coincide con la eclosión del individualismo), pues sus mecanismos cierran el acceso a la realidad natural (los deseos del hombre).
Para el cínico, la libertad conduce a la autarquía (bastarse a sí mismo), junto con la apatía y la indiferencia; éstos eran los objetivos, pues para estar satisfecho le bastaba con sol (anécdota visita de Alejandro), que es lo más natural y está a disposición de todos; el poderío de Alejandro le parecía inútil a Diógenes, pues la felicidad procede del interior del hombre. Y se vanagloriaba del calificativo de perro; decía, “meneo alegremente la cola ante el que me da algo, ladro ante el que nada me da y muerdo a los bribones”.
El cínico afirma que la ruptura provocada por la crisis es la oportunidad para encontrar al HOMBRE MAGNÍFICO (se contrapone a la condición del dios); este tipo de hombre toma conciencia de su propia naturaleza, de sus deseos. Se ha creado la conciencia del hombre seguro de sí mismo (el “hombre” que buscaba Diógenes en la anécdota del farol a plena luz del día) que ya no puede ser el mismo hombre del marco de la filosofía clásica. Nietze hablará del SUPER HOMBRE que rompe con las barreras de la cultura, la civilización y encuentra la vida liberada, la vida del deseo puro.
En definitiva, la ley que impone la ciudad es responsable de la infelicidad y “dejar vivir” es una reincorporación a la naturaleza (estado de naturaleza), como es la vida del perro, libre, natural, y así se recupera la animalidad. Éste es el fundamento del cinismo: animalidad (felicidad) frente a civilización (infelicidad); naturaleza (libertad, deseos) frente a cultura (lazos opresores). Los cínicos llegaron en la libertad de acción hasta el descaro, la arrogancia y extremos licenciosos, para demostrar que en las costumbres griegas no había naturalidad; estos excesos explican la carga negativa con la que el término cínico ha pasado a la historia.

(Diógenes busca a un Hombre, en pleno día).

Discípulo de Diógenes fue Crates, una de las figura más significativas del cinismo, quien afirmaba que las riquezas y la fama constituyen males para el sabio, mientras que la pobreza y la obscuridad son bienes: el sabio debe ser apátrida, pues la polis no es su refugio. Crates se deshizo de su fortuna y posesiones, y concedió a su hija en matrimonio a prueba durante treinta días. Durante el siglo III a. C. hay noticias de un cierto número de cínicos; destaca la diatriba, una forma literaria que consiste en un diálogo breve, popular, a menudo en lenguaje mordaz y de contenido ético; es un diálogo socrático redactado con estilo cínico.
Durante los últimos siglos de la era pagana el cinismo empezó a languidecer hasta agotarse su contenido interno; además su discurso era incompatible con el sentido ético romano.

(Imágenes: Wikipedia)

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